31.3.14

10 pequeñas cosas que me derriten



Que se despidan con un guiño.
Mira que es sencilla la cosa, pero que un tío pase por mi lado y en lugar de decirme adiós, me guiñe un ojo con gracia, me sigue sonrojando como a una quinceañera. Aunque sea feo. Si guiña el ojo con gracia, me derrite.

Intuir el principio o el final de un tatuaje que asoma de pronto bajo una prenda de ropa. Esto me lo pegó el canalla de George Clooney en Abierto hasta el amanecer con eso que le asomaba por el cuello de la camiseta. Desde entonces, cuando un movimiento no premeditado del sujeto deja a la vista unas líneas hasta el momento desconocidas, me derrito y paso a imaginar inmediatamente cuántos más tendrá y dónde.

Unos Levi’s 501 desgastados. Esos que fueron oscuros cuando los esternó y que ahora están desgastados no donde el diseñador diga, sino donde su dueño los ha pulido a lo largo de los años con sus idas y venidas. Esos que ya han cogido la forma de tu culo perfecto y te quedan como un guante, Hombretón!

Ese es el gesto. Lo inventó Él.
Un motorista parado en un semáforo que se lleva la mano del embrague al muslo. Como encima lleve una motaza de las que me ponen tonta, la que desembraga es una servidora. Y él ahí, con el casco puesto y la mirada al frente, sin enterarse de na.

Otra de motos. Ver a un tío chafardeando con la suya, metido en harina, llave en mano, sudado (sólo un poco, tampoco nos pasemos) y sucio de grasa (lo justo para arrancarle la ropa y llevarlo a la ducha) maldiciendo en arameo porque la bujía se ha jodido otra vez. Y volviendo al punto anterior, como encima sea una Triumph o una Harley de las viejas, dame palomitas que ya tengo sesión de tarde

El gesto de sacarse la camiseta agarrándola desde
la parte trasera del cuello. Nosotras nos la quitamos desde abajo. Cruzamos los brazos hasta la cadera opuesta y la elevamos volviéndola del revés. Ellos levantan los brazacos, la cogen del cuello y estiran hacia arriba y van apareciendo los abdominales de dos en dos despaciiiito. Así se ahorran por un lado el volverla del derecho, y por otro, los preliminares conmigo.

Raylan, me pones mucho, quelosepas.
Este es muy garrulo, lo reconozco, pero si eres de la zona y sabes llevarlo, es lo más. Me derriten los tíos con sombrero stetson (el vaquero de toda la vida, vamos) Para gustos los colores, y a mi me derrite el gesto de tocarse el ala del sobrero para saludar a una señora….antes de enseñarle la placa de Marshal y llevársela esposada. Ay, Raylan Givens, cuanto has hecho por mejorar más de una noche de soledad de esta que suscribe…

Beber cerveza directamente del botellín cogiéndola por el cuello. Las jarras son para alemanes rechonchos. Los hombres beben de la botella. La cerveza, el bourbon y la leche. He dicho.

Las botas Panama Jack. Oscuras, altas y un poco gastadas. Las lleva un tío que se mueve, que se ensucia, que no suele andar por mármoles y alfombras.

Los tíos que hablan poco. Así, tal cual. Me derriten los silenciosos que en lugar de decirte que bonitos ojos tienes, te besan.

9.3.14

Esas mujeres a las que no les gustan los hombres



The Women. George Cuckor. Ni un tío en toda la película.

Seguro que todos conocéis alguna. Y no, no me refiero a las lesbianas, me refiero a esas mujeres heteros a las que no les gustan los hombres aunque estén casadas con uno.
Yo conozco a unas cuantas, y no las entiendo, no me cabe en la cabeza cómo pueden apañárselas, porque a mi me encantan, me chiflan, me pierden, me encandilan, me entusiasman los hombres.

Este tipo de mujeres suelen trabajar codo con codo con otras mujeres, rollo departamento de administración y sólo se relacionan entre ellas. Toman café ellas solas, comen en corrillo y no tienen más contacto con sus congéneres masculinos de trabajo que cuando se cruzan por las escaleras. Hay una cena de empresa y se sientan todas juntas en una mesa sólo de chicas. Van al gimnasio pero hacen pilates o yoga en una clase donde sólo hay mujeres. Dejan a los niños en el cole y se van todas juntitas a tomar café al bar de la esquina. Quedan con más parejas a cenar y se sientan todas juntas a un lado de la mesa y sus maridos en la esquina opuesta y no tienen una conversación en común en toda la noche. Y en cualquiera de las situaciones descritas anteriormente, su tema es casi siempre el mismo: o lo agobiadas que están por sus hijos, que se portan fatal y ya no saben qué hacer con ellos, o lo hartas que están de sus maridos.

No se si es la pescadilla que se muerde la cola, pero como no tratan con tíos habitualmente y les viene justito soportar al que tienen cerca, cuando están con uno, lo tratan como si fuera un crío o gilipollas, o si es guapo, como si fuera un crío gilipollas, o si está muy bueno, le entran a saco tan descaradamente en grupo como si el colega fuera un cacho de carne de ternera gallega que el pobre se va asqueado y con un par de chupetones a medio hacer.

No las entiendo. Yo tengo muy buenas amigas mujeres, me encanta hablar de trapitos y maquillaje, y cuando me pongo romántica, me gusta bailar una lenta mirando a los ojos al dador de mis orgasmos como a la que más, pero me encantan los hombres. Me han gustado siempre, y no sólo para llevármelos a la cama.

Y ahora voy a generalizar a saco basándome en los hombres a los que he querido como amigos o como amantes. Mis hombres del alma son sencillos y sinceros. Sencillos, que no tontos. Para ellos el blanco es blanco, ni roto, ni hueso, ni marfil y cuando te dicen que no les pasa nada, te puedes ir tranquilamente al cine con tus amigas que no les pasa nada y no te espera una venganza del 12 durante las próximas 6 semanas. Saben de motos, de superhéroes, de música rock…Me encanta estar con ellos cuando están a sus anchas. Me río muchísimo y me da un subidón de autoestima cuando noto que conecto con ellos, que están agusto en mi presencia y me tratan como a uno más. Son fuertes, varoniles, valientes, te tratan como a una igual pero sabes que si las cosas se ponen feas se van a partir la cara por defenderte porque eres su colega, y puede que a una novia le pongan los cuernos, pero a un colega lo seguirán hasta el infierno, porque los tíos son así.

Yo no puedo vivir lejos de ellos. Me encanta trabajar con ellos, bromear con ellos, tomar cervezas con ellos, ver en acción sus espaldas descomunales cuando las tienen, y si no las tienen, ya les encontraré algo que me guste: hoyuelos en la sonrisa, sentido del humor, un cerebro brillante, andares de gato, mirada de malo de comic. Me entiendo bien con ellos, siempre lo he hecho. Raro es el tío que me conozca y no me soporte. Raro es el tío al que yo conozca y no me guste de un modo u otro. Bueno, sí, los  que creen que el dinero todo lo puede, los trepas engominados que sólo aspiran a tener poder y un coche caro. Esos ni saben de superhéroes ni toman cerveza en garitos con desconchones en las paredes. Esos no me interesan en absoluto.