
Un par de familias con niños pequeños alborotando entre
cubos de Dora la
Exploradora y flotadores de Rayo Mcqueen, una pareja mayor
leyendo bajo la sombrilla, preadolescentes chillones, alguna parejita tomando el sol y un
grupo de 10 o 12 chavales rondando los 20 que, pertrechados de móviles última
generación, baraja de cartas y miles de pulseritas fluorescentes en las
muñecas, pasan el rato tumbados sobre una gigantesca alfombra de toallas.
Están
todos los estereotipos: La rubia buenorra de biquini minúsculo haciendo posturitas, la amiga fea
a su lado, la corte de lelos fans de la rubia que ahora le hacen cosquillas, ahora le
quitan el teléfono para ver que está wattsapeando mientras la fea los mira con
cara de “ojalá alguien me quitara el móvil a mi” El que en lugar de pectorales
tiene tetas y sólo sabe tirarse de bomba, el tirillas con gafas, la que sería guapa si
supiera qué ponerse y se atreviera a mirar a los ojos a los demás, el que ya se
está quedando calvo y no para de hacerse el gracioso…Y no hay más
que seguir la mirada de la rubia que ya no sabe como espantarse a los moscones
para ver que llega El Surfero. Un bombón de 18 años recién cumplidos, espalda
descomunal, ni un gramo de grasa en ese cuerpazo esculpido a base de hacer surf
desde que tenía 6 años. Piel morena, pelo rubio, ojos azules y sonrisa
Profidén. Bañador de Rip Curl, o Billabong o alguna marca de esas que sólo
pueden llevar los rubios buenorros y encima, una cara de buena persona que tira de
espaldas. Además de guapo es encantador, buen estudiante, educado y está a
punto de empezar una carrera universitaria de las complicadas. ¿Qué cómo lo sé?
Porque lo conozco desde que nació, somos familia. Era un bebé precioso, fue un
niño adorable y se está convirtiendo en un hombre espectacular. Y me alegro,
porque lo quiero a él y a sus padres. Las nenas se lo van a rifar en la facultad, y más de una profesora auxiliar también.
Sus amigos
prácticamente le hacen pasillo y acaba sin quererlo en el centro del cotarro,
repartiendo sonrisas a diestro y siniestro, hablando con este y aquel y con la
rubia a punto de tirarle el móvil a la cabeza a ver si le da por mirar las
fotos sexys que le hizo ayer en la playa su amiga la fea.
Eso es un príncipe azul y lo demás son tonterías.

Observo la reacción de las damas. Ninguna le hace caso,
están ensimismadas con el Príncipe Azul. Es natural, son tan jóvenes y él es
tan perfecto…
Viendo el espectáculo hormonal desde el balcón sonrío. Yo
también estuve allí una vez. Tumbada en una toalla con amigos y la mayoría de edad recién adquirida. Me gusta pensar que era la que sería guapa si
supiera qué ponerse pero lo que tengo claro es que mis gustos no han cambiado con el paso de los años.
Sé que todas las chicas de 18 que conocí hace 20 años estarían locas por mi
sobrino el Surfero, y con razón, pero a mi me habría gustado El Pantera. Sin
duda.