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Paso de afeitarme...y de follar. |
Mirad atentamente al chico de la foto, please. Es un tío guapo. Ojazos a pesar de todo lo que los rodea. Yo lo miraría si me lo cruzara por la calle...Afeitado o con barba de tres días. Si me lo cruzara así, igual le daba un euro y le indicaba por donde queda el centro de médicos del mundo más cercano, pero desde luego no se me iba a escapar un requiebro lujurioso.
Quedada de chicas, bueno, vale, de mujeres, para qué nos
vamos a engañar. Ibamos 11 y después de que nos echaran de la tapería donde
cenamos, buscamos un local de copas que tuviera la suficiente luz y el volumen
justo de la música como para poder continuar hablando entre gritos y carcajadas
de nuestra relación de amor-odio con el sexo masculino.
Fachada moderna, limpia y blanca, una exposición de
ilustraciones no demasiado mala en las paredes, la carta escrita con tiza por
las paredes y música de la que NO suena en los 40 principales por los altavoces.
Aquí nos quedamos. Entramos ensimismadas y nos acercamos en plan enjambre a la
barra, y desde el otro lado del tirador de cerveza, un par de sujetos, bueno,
un sujeto y una sujeta, nos dicen qué queremos. ¡Que te peines, niña, eso para
empezar!
El tío era un tirillas, yo tengo más espalda que ese
alfeñique de pelo grasiento y sombrerito más pequeño aún que sus inexistentes
bíceps. Gafas de pasta, de esas que llevaba el empollón de mi instituto, al que
corrían a collejas tanto los rockers como los heavys, y una barba que habría
hecho las delicias de los que cantaban “España camisa blanca de mi esperanza”.
Fular y camiseta nosecomo porque ya
no pude seguir mirando, se me taponaron las córneas.
La tía con una melenita naranja justo por debajo de la oreja,
pálida como un muerto, labios rojos y gafas de pasta rojas, color que como todo
el mundo sabe combina de puta madre con un pelo naranja. Vestidito de flores
sin mangas robado del armario de Lena Durham y collarcitos varios.
Yo me encontraba en ese momento en plena conversación sobre
las ventajas de tirarte a un director de cine si eres una mala aspirante a
actriz, con una arquitecta y una directora de documentales. (Lo digo para que
no quede como que éramos tres catetas que no han salido de su pueblo ni para ir
a la romería del de al lado). Pues eso, que a pesar de haber visto cosas que
vosotros no creeríais, nos quedamos las tres de pasta de boniato.
Son Hipsters, díjome una cuando el colega apartó su barba de
mi cerveza. Son Modernos, dijo la otra condescendiente. Lo que son es feos de
cojones, los dos, por eso necesitan ponerse de todo por encima para conseguir
que los miren. En fin, me estaré haciendo vieja, pero eso de la Modernor no me va en
absoluto.
Entonces eché un vistazo en derredor y me di cuenta de que
lo de los barbudos y las modernas era epidemia. Habíamos recalado en un garito
Hipster. Todos los tíos sin chicha ni limoná y alérgicos al peluquero. Todos
miopes, (bueno, eso supongo, por la abundancia de gafas coloridas) con ropa de
los 70 y actitud de intelectual de la transición. Y las barbas…¿Porqué?? ¿Qué
necesidad hay? Y mira que a mi me encanta una barba de tres días recreándose en
la mandíbula cuadrada de un tío de mirada patibularia, pero eso no eran barbas,
¡era dejadez pilosa!, y por ahí si que no paso. El único náufrago que me gusta
es Robinson Crusoe.
Cuando por fin parece que la moda de llevar los calzoncillos
por fuera de los vaqueros está pasada, ahora les da a los tíos por dejar de
afeitarse en masa. Yo no podía dejar de mirar al tirillas poniendo cañas y
tapas, rascándose la barbilla y volviendo a la tarea. Cuando la moda de llevar
el tanga fosforito a la vista ya parecía superada, va y les da a todas por
ponerse feas. No sé decirlo de otra manera. Van vestidas como de abuela putilla.
No lo entiendo. Las zapatillitas planas de cordones, los vestiditos de
estampados imposibles, los bolsos de plasticazo y todos los cacharritos que te
puedas colgar encima.
No es que sea una experta, pero sí se qué prendas favorecen
a prácticamente cualquier clase de constitución física, pero sobre todo, sé que
prendas me favorecen a mi. ¿No se dan cuenta cuando se miran al espejo antes de
salir de que van hechos unos espantajos? Me choca mucho ese afán por afearse
que al parecer está de moda.
Definitivamente, yo no soy Moderna.