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Pues tendrías que ver a mi madre... |
Los propios, se entiende, los ajenos no sirven para nada excepto para
darte el coñazo desde la mesa de al lado cuando vas a cenar ¡por fin! a un
restaurante caro y tranquilo.
Una de las posibles consecuencias de tener un día tontorrón como los
descritos en el post anterior puede ser que meses después venga un retoño a tu
vida para quedarse foreverandever.
Las consecuencias negativas del
hecho de generar progenie ya las había comentado antes, así que hoy quería
hacer de abogado del diablo.
Los que leen habitualmente mis chorradas ya saben que no suelo pecar de
cursi, así que podéis seguir leyendo sin miedo a que os suba el azúcar. No hay
unicornios ni arcoiris ni salen expresiones como “son adorables” o
“dan sentido a tu vida” en todo el texto. Prometido.
¿Para qué sirve entonces tener niños?
Te hacen ser mejor deportista. Practiques el deporte que practiques,
mejorarás tu rendimiento y tus marcas. Garantizado. Porque un crío aumenta de
tal modo tu umbral de agotamiento soportable que a partir de ese momento las
dos horas de espining o como se llame te parecerán un paseo por el parque.
Son antidepresivos. Con ellos cerca vas tan de culo todos los días y 3
de cada 5 noches que ni de coña tienes un par de horas para pensar “qué
estoy haciendo con mi vida”.
Los que necesiten una excusa para volver a jugar a las canicas, al
escondite, a los clicks, con la
Barbie (con la pequeña, Torpe Man, no las que usas tú, la de
Mattel)…ya la tienen. Y además como son canijos, si eres competitivo les
ganas siempre y si eres su madre te ganan siempre y se van a la cama a la
primera.
Te ríes como en la vida. Bueno, si eres un soso de cojones o un
pesimista nato igual no, porque los hijos tienden a parecerse a sus padres y no
sólo en el tamaño de las orejas, así que a poco divertido e ingenioso que seas,
el nivel de chaladura de tu miniyo
tanto hablando como jugando te va a hacer pasar unas tardes de domingo lluvioso
en invierno más divertidas de lo que imaginas. Sobre todo el rato que duerme la
siesta, ejem.
Esa es otra. Ya no te volverá a doler la cabeza jamás. Porque cuando te
deje un rato en paz hay que aprovecharlo, te duela o no te duela. ¡Quien sabe
cuando volverás a tener otro!
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Cuidado conmigo |
Te hace disfrutar, como si fueran preciados regalos, de esas pequeñas
cosas de la vida a las que antes no dabas importancia. Como ducharte sin
interrupciones, leer un capítulo del libro seguido, cenar en silencio, despertarte
porque tu cuerpo decida que ya ha descansado lo suficiente, ver una película en
la que no salga el puto Bob Esponja…
Gracias a ellos eres mejor persona. O al menos lo intentas. Por
supuesto si tienes ya una base adquirida, porque si eres un vago, abusón y
buscabroncas casi seguro que tu hijo será igual de tete que tú. Son micos, hacen lo que ven, así que si estás
centrado y tienes sentido común te esfuerzas para que lo que vean en casa tus
hijos sean actos de bondad, amabilidad y cariño. Ya les enseñará lo que es la
vida el hijo del broncas en el patio del colegio.
Para que vuelva a gustarte
la Navidad. Ya que no puedes borrar del calendario
esas fechas entrañables llenas de calor familiar, cenas y comidas indigestas,
visitas inesperadas de parientes a los que no ves durante el resto del año (por
algo será)…Al menos con niños pequeños en casa las vives de otro modo.
Me gustan sus caras de flipe cuando ven el árbol, las luces de la
calle, cuando aparece en la despensa otra vez en turrón de chocolate,
“pero del de Navidad de verdad, el que lleva a papá Noel y al trineo, no
el de entrenamiento” (léase marca blanca). Verlo investigar cual Sherlock
Holmes lupa en mano cada rincón de la casa intentando averiguar dónde han
escondido los Reyes la cámara oculta para ver si se porta bien. Ayudarle a
escribir la carta con dibujos y todo para que no se equivoquen de regalo…Además,
un bebé es la excusa perfecta para escaquearte de eventos indeseados. Que si es
muy pequeño…que si hace frío…que si habrá mucha gente y se agobia…
Ya no tienes que preocuparte por el dinero. Porque ya no tienes dinero.
Todo te lo gastas en ellos. Para ti no queda nada. ¿Ves? Ya no hay
remordimientos por culpa de la tarjeta de crédito. Un chollo.